lunes, 1 de diciembre de 2014

Sentencia con las armas. Alf Regaldie


Novela de Alf. Regaldie (Alfonso Arizmendi Regaldie, 1911-2004) publicada por Editorial Bruguera en mayo de 1968 dentro de la colección Ases del Oeste con el número 472. La cubierta es de Jorge Núñez. Tiene 126 páginas y valía 9 pesetas. Que sepamos, no se volvió a reeditar.

En la población de Baggs (Wyoming) un joven ranchero, Bing Newton, ha sido acusado injustamente del asesinato de Selwyn Perkins, un poderoso ranchero de la región que era vecino de Bing. Uno de los motivos de la muerte podría ser que los dos tenían relaciones con la misma chica de saloon, una tal Dutsy Barret, que no aparece en toda la novela. Bing ha sido encerrado en un calabozo de la cárcel por el sheriff Stewart y está a la espera de juicio. El sheriff Stewart y su ayudante Ebsen son dos personajes corruptos, especialmente el último, un antiguo ranchero venido a menos por deudas de juego y otros vicios inconfesables. Por otra parte, el sheriff es un alcohólico que se dedica a destilar whisky clandestino. Los dos obedecen las órdenes de Hugh Talbot, el dueño del salón de juego de Baggs, cuya única ambición es apoderarse de los ranchos de la región haciendo contraer a los rancheros deudas de juego que no pueden asumir. De esa manera, poco a poco, va controlando a los propietarios más importantes, aunque tampoco le importa recurrir al chantaje, al asesinato y a la conspiración para cumplir sus objetivos.
El sheriff y Ebsen pretenden que Bing se escape de la cárcel para luego matarle en el momento de la fuga. Pero Bing consigue eludir la trampa y escapar, dejando en ridículo a la autoridad. A partir de ese momento, Bing es un fugitivo pero está dispuesto a averiguar quién organizó la conspiración para acusarle de la muerte de Perkins y saber quién es el auténtico asesino. Para ello, cede momentáneamente su rancho a Doris Perkins, la hija del ranchero asesinado, para que cuide de su propiedad mientras él anda huido. Nadie cree que Bing sea un asesino y mucho menos Doris. Todo el mundo da por seguro que los autores de la conspiración son Talbot y Ebsen, con la ayuda del sheriff Stewart como comparsa.
Poco a poco, Bing irá destejiendo la trama de conspiraciones y engaños. Muchos de los que han participado en ella lo han sido obligados por el chantaje al que los sometía Talbot. Por ejemplo, Fuller, el capataz de Bing, es obligado a traicionarle y a prestar falso testimonio contra él. Al verse descubierto, huye con algunos caballos del rancho para ser capturado al final por Doris y Bing. Al ser encerrado en la cárcel por cuatrero, Talbot y Ebsen organizan su linchamiento para que no hable, lo que da pie a uno de los mejores episodios de la novela.
Bing y sus amigos desbaratan todos los planes de Talbot, al mismo tiempo que descubren su negocio fraudulento, haciendo que la gente de la población se vuelva contra él. Al final, sin duda, la verdad y la justicia volverán a Baggs.

Nos encontramos con un western de Regaldie bastante peculiar. Los conspiradores no dejan de ser unos peleles en manos del protagonista, que los maneja a su antojo y de una manera bastante violenta. Tanto es así que nunca llegan a parecer unos malvados lo bastante creíbles como para constituir una amenaza real, inspirando sólo desprecio por sus actuaciones al resto de personajes. Incluso la figura del protagonista parece más amenazadora en comparación. Podríamos hablar de western satírico, pero el relato de Regaldie está escrito absolutamente en serio y no deja asomar la ironía, a no ser en los díalogos. Por eso, el resultado nos parece más desconcertante aún.

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