lunes, 22 de diciembre de 2014

La vieja dama del mar. Ambrós y Víctor Alcázar


Segunda aventura del Corsario de Hierro dibujada por Ambrós (Miguel Ambrosio Zaragoza) con guión de Víctor Alcázar (Víctor Mora), publicada por Editorial Bruguera como el número 3 de la colección Grandes aventuras juveniles en 1971. Tiene 32 páginas y costaba 15 pesetas. La cubierta es de Antonio Bernal. Esta historia había aparecido publicada anteriormente como serie en las páginas de la revista Mortadelo.

Huyendo de Inglaterra, el Tigre, el barco del Corsario de Hierro, llega frente a las costas argelinas. Además de a sus inseparables Mac Meck y Merlini, el Corsario lleva a bordo a Lady Roxana, la sobrina de Lord Benburry (el antiguo pirata conocido como La Mano Azul) y a Mistress Quickly, su dama de compañía. Mediante un sistema de señales y complejas maquinarias, los acantilados de la costa se abren para dejar paso al barco, que entra en Eden End, el reino secreto de la Vieja dama del mar, la protectora del Corsario de Hierro. Ésta fue quien lo rescató del mar cuando La Mano Azul destruyó el barco del padre del Corsario y desde entonces se convirtió en su madre adoptiva y protectora.
Una vez en Eden End, los planes del Corsario son rescatar a Lord Archibald, el padre de Lady Roxana y hermano del terrible Lord Benburry. Éste hizo que fuese encerrado para siempre en las mazmorras de Hassan el Eunuco, un reyezuelo de la costa argelina. Pero Benburry teme al Corsario y sabe que más tarde o más temprano se presentará para rescatar a Lord Archibald. Para luchar contra él, contrata los servicios del siniestro Sinau de Esmirna, un pirata hechicero, y de la Capitana Dagas, una mujer pirata.
Los enviados de la Vieja dama del mar pronto averiguan que Lord Archibald está en poder de Hassan. El barco del Corsario se dirige así hacia la fortaleza del reyezuelo junto con otro barco en el que van la Dama y Lady Roxana. Al llegar a la costa son descubiertos por los hombres de la Capitana Dagas. Ésta traza un plan para hundir el barco del Corsario con una almadía llena de barriles de pólvora. El Corsario y Mac Meck descubren el intento, que termina en un completo fracaso. La Capitana Dagas es salvada de la muerte por su segundo Des Brieux, un hombre prudente que además está enamorado de la mujer pirata.
El Corsario y sus hombres desembarcan en la costa para buscar un túnel secreto que lleva hasta los subterráneos de la fortaleza de Hassan. Pero Sinau está acechando allí y arroja sobre ellos su niebla azul, un gas alucinógeno que hace ver monstruos a los que lo respiran. Los hombres del Corsario y las patrullas de Hassan son presas de las alucinaciones monstruosas, pero el Corsario logra vencer a las visiones penetrando en la boca de un monstruo que al final resulta ser el túnel que buscaban. Él y Mac Meck siguen el túnel hasta llegar a un muro que cierra el paso. El escocés derriba el muro de un empujón, lo que hace que se encuentren de pronto en medio de una fiesta dada por Hassan a su invitado Lord Benburry. El Corsario y Mac Meck hacen prisionero a Hassan, pero Lord Benburry logra escapar. Después de haber liberado a Lord Archibald, el Corsario y Mac Meck escapan de la fortaleza de Hassan en un barco, llevándose al reyezuelo como rehén.
Mientras Lord Archibald se encuentra con su hija Roxana, Benburry, Sinau y la Capitana Dagas preparan su próxima venganza contra el Corsario de Hierro.

lunes, 15 de diciembre de 2014

El misterio del loro tartamudo (The Mystery of the Stuttering Parrot). Robert Arthur



El misterio del loro tartamudo (The Mystery of the Stuttering Parrot), novela escrita por Robert Arthur (1909-1969) fue publicada en 1964 y es la segunda de la serie Alfred Hitchcock y los tres investigadores. En España fue publicada por por editorial Molino en 1968 con traducción de M.L. Pol de Ramírez, tiene 174 páginas y las ilustraciones son de Edward Vebell. Fue reeditada numerosas veces.

En su segunda aventura, los Tres investigadores (Júpiter Jones, Bob Andrews y Pete Crenshaw), que viven en Rocky Beach en la costa de California, son contratados por un amigo de su mecenas, el director Alfred Hitchcock, para encontrar a su loro desaparecido. El amigo de Hitchcock se llama Walter Ventriss y es un actor especializado en Shakespeare. Por lo tanto, el loro se llama Billy Shakespeare y sólo recita el "Ser o no ser" de Hamlet, pero tartamudeando. Ventriss había comprado el loro a un buhonero mexicano hacía poco. Los chicos pronto descubren que este loro formaba parte de un grupo de siete, entrenados por su antiguo propietario para repetir un mensaje específico. El objetivo de la investigación pasa de encontrar un simple loro perdido a descubrir el secreto que se esconde detrás de esos misteriosos mensajes.
Los Tres investigadores entran en contacto con un chico mexicano llamado Carlos, cuyo tío Ramos es el que vendía a los loros. Éstos habían pertenecido a un inglés llamado John Silver, que fue huésped del tío de Carlos, a pesar de la pobreza de su vivienda. Silver murió en casa de Ramos y le encomendó a sus loros diciéndole que un hombre llamado Claudius le pagaría mil dólares por ellos. Pero Claudius tardó en llegar de Inglaterra y Ramos tuvo que vender a los loros para pagar los gastos del funeral de Silver.
Claudius en realidad es un anticuario y el antiguo jefe de Silver, y cae en la desesperación al enterarse de que los loros han sido vendidos. A continución intenta recuperarlos comprándolos o incluso robándolos. Pero Claudius no es el único interesado en los loros y sus mensajes, sino que también anda tras ellos Huganay, un francés que es un famoso ladrón de arte. Todos han llegado a la conclusión de que los mensajes son la clave para encontrar un objeto particularmente valioso.

Los chicos acaban ayudando en su empeño a Claudius y así conseguirán reunir a los siete loros, que se llaman Little Bo Peep, Billy Shakespeare, Barbanegra (en realidad un pájaro mina), Robin Hood, Sherlock Holmes, Capitán Kidd y Cara Cortada. Júpiter, Pete y Bob sacarán sus conclusiones después de escuchar los mensajes, que les conducirán a un antiguo cementerio abandonado en Melita Valley, donde tal vez esté la clave del enigma. De todas formas, Huganay y sus sicarios no cejarán en su empeño de apoderarse del misterioso objeto escondido por John Silver.

martes, 9 de diciembre de 2014

La invasión de los trolls de fuego (The Invasion of the Fire-Trolls, Aquaman nº 1)


La invasión de los trolls de fuego (The Invasion of the Fire-Trolls) apareció en el número 1 de Aquaman en febrero de 1962. La portada y dibujos son de Nick Cardy y el guión de Jack Miller.

Mientras limpian su casa, Aquaman y Aqualad  son testigos de que varios de sus amigos submarinos actúan de manera extraña y pronto  se dan cuenta de que éstos son objeto de las travesuras de un duende acuático llamado Quisp. Éste pide ayuda a los dos héroes porque su casa submarina esta siendo aterrorizada por trolls de fuego que han sido liberados durante una erupción volcánica debajo del mar. Después de una rápida batalla, los trolls de fuego empiezan a dirigirse hacia el mundo de la superficie. Con la ayuda de Quisp y del ejército, Aquaman y Aqualad intentan contraatacar a los trolls de fuego, pero sus ataques no tienen efecto. Pensando que quizás un nuevo dispositivo de congelación experimental puede ser lo bastante poderoso para parar a las criaturas, nuestros héroes obtienen el dispositivo contra los trolls de fuego.
Rociando a los trolls con el producto químico, pronto ven que no funciona, pero Aquaman y Aqualad se dan cuenta de que en lugar de éso sus propias piernas se han congelado. Para salvar sus vidas, Quisp utiliza sus poderes mágicos para encoger a Aquaman y Aqualad y que puedan escapar. Encontrándose débiles debido al tiempo pasado fuera del agua, los dos tienen que combatir con muchas amenazas en miniatura para encontrar agua. Pensando que han tenido suerte al encontrar un coche, descubren que su radiador no tiene agua.

Engañando a un pelícano para que suelte su comida (derramando el agua de su boca sobre ellos), Aquaman y Aqualad pronto se dan cuenta de que el efecto de la magia de Quisp está desapareciendo y que están recuperando su tamaño normal. Volviendo al mar, se encuentran con Quisp que les dice que los trolls de fuego han robado un puñado de cohetes experimentales para convertir el mundo de la superficie en un infierno llameante que ellos gobernaránn. Aquaman envía a Quisp para que engañe a los trolls de fuego y vayan a la superficie para destruir un laboratorio que supuestamente tiene un producto congelador más poderoso que el anterior. En la superficie, son rociados con lo que queda del producto congelador, que los inmoviliza el tiempo suficiente para que Quisp use sus poderes mágicos para encoger el tamaño de las criaturas.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Sentencia con las armas. Alf Regaldie


Novela de Alf. Regaldie (Alfonso Arizmendi Regaldie, 1911-2004) publicada por Editorial Bruguera en mayo de 1968 dentro de la colección Ases del Oeste con el número 472. La cubierta es de Jorge Núñez. Tiene 126 páginas y valía 9 pesetas. Que sepamos, no se volvió a reeditar.

En la población de Baggs (Wyoming) un joven ranchero, Bing Newton, ha sido acusado injustamente del asesinato de Selwyn Perkins, un poderoso ranchero de la región que era vecino de Bing. Uno de los motivos de la muerte podría ser que los dos tenían relaciones con la misma chica de saloon, una tal Dutsy Barret, que no aparece en toda la novela. Bing ha sido encerrado en un calabozo de la cárcel por el sheriff Stewart y está a la espera de juicio. El sheriff Stewart y su ayudante Ebsen son dos personajes corruptos, especialmente el último, un antiguo ranchero venido a menos por deudas de juego y otros vicios inconfesables. Por otra parte, el sheriff es un alcohólico que se dedica a destilar whisky clandestino. Los dos obedecen las órdenes de Hugh Talbot, el dueño del salón de juego de Baggs, cuya única ambición es apoderarse de los ranchos de la región haciendo contraer a los rancheros deudas de juego que no pueden asumir. De esa manera, poco a poco, va controlando a los propietarios más importantes, aunque tampoco le importa recurrir al chantaje, al asesinato y a la conspiración para cumplir sus objetivos.
El sheriff y Ebsen pretenden que Bing se escape de la cárcel para luego matarle en el momento de la fuga. Pero Bing consigue eludir la trampa y escapar, dejando en ridículo a la autoridad. A partir de ese momento, Bing es un fugitivo pero está dispuesto a averiguar quién organizó la conspiración para acusarle de la muerte de Perkins y saber quién es el auténtico asesino. Para ello, cede momentáneamente su rancho a Doris Perkins, la hija del ranchero asesinado, para que cuide de su propiedad mientras él anda huido. Nadie cree que Bing sea un asesino y mucho menos Doris. Todo el mundo da por seguro que los autores de la conspiración son Talbot y Ebsen, con la ayuda del sheriff Stewart como comparsa.
Poco a poco, Bing irá destejiendo la trama de conspiraciones y engaños. Muchos de los que han participado en ella lo han sido obligados por el chantaje al que los sometía Talbot. Por ejemplo, Fuller, el capataz de Bing, es obligado a traicionarle y a prestar falso testimonio contra él. Al verse descubierto, huye con algunos caballos del rancho para ser capturado al final por Doris y Bing. Al ser encerrado en la cárcel por cuatrero, Talbot y Ebsen organizan su linchamiento para que no hable, lo que da pie a uno de los mejores episodios de la novela.
Bing y sus amigos desbaratan todos los planes de Talbot, al mismo tiempo que descubren su negocio fraudulento, haciendo que la gente de la población se vuelva contra él. Al final, sin duda, la verdad y la justicia volverán a Baggs.

Nos encontramos con un western de Regaldie bastante peculiar. Los conspiradores no dejan de ser unos peleles en manos del protagonista, que los maneja a su antojo y de una manera bastante violenta. Tanto es así que nunca llegan a parecer unos malvados lo bastante creíbles como para constituir una amenaza real, inspirando sólo desprecio por sus actuaciones al resto de personajes. Incluso la figura del protagonista parece más amenazadora en comparación. Podríamos hablar de western satírico, pero el relato de Regaldie está escrito absolutamente en serio y no deja asomar la ironía, a no ser en los díalogos. Por eso, el resultado nos parece más desconcertante aún.