domingo, 9 de junio de 2013

Jaque a la Tierra. Glenn Parrish


Novela de Glenn Parrish (Luis García Lecha) publicada en setiembre de 1980 en la colección La conquista del espacio de Editorial Bruguera con el número 529. La cubierta es de Miguel García.

J.J. Barrett es condenado por homicidio y sentenciado a morir por desintegración. En realidad todo es una farsa. El cuerpo de Barrett es teletransportado al laboratorio del doctor 3Smith. Allí se le dice que el gobierno terráqueo le ha elegido para un misión suicida. Será enviado al planeta Heggadon para conseguir que la princesa Vinellah firme el tratado entre ese planeta y la Tierra. Cuatro enviados anteriores han muerto en circunstancias extrañas.
Barrett acepta la misión y se embarca en un crucero estelar rumbo al planeta como un turista más. En el crucero entra en contacto con Bithys, una ciudadana de Heggadon, que resulta ser el contacto de Barrett en la nave. Además es la hermana bastarda de la la princesa Vinellah. Bithys informa a Barrett de la princesa está prisionera del primer ministro Skurr en un castillo inaccesible en medio de un lago. El castillo está vigilado por el ejército de hombres alados de Skurr, los llamados homáguilas. Además de eso en el lago se encuentran los leotibs (mezcla de león y tiburón) y los temibles gusanos-pirañas capaces de devorar a un hombre en segundos.
Viajando con Barrett y Bithys en la nave, se encuentra el lugarteniente de Skurr, el siniestro Hrane. Éste logra fingir un simulacro de abandono de la nave. Barrett y Bithys son lanzados en una cápsula de salvamento averiada con la intención de que mueran.
Logran aterrizar en un planeta desierto y allí les encuentran el capitán Rupphus y sus piratas del espacio.
Barrett logra engañar a los piratas y apoderarse de su nave.
Barrett y Bithys llegan por fin a Heggadon. Barrett se hospeda en un hotel, cuya dueña, Arphinia, resulta ser su contacto en el planeta.
El plant de Barrett consiste en que un pescador de la zona le ayude a atravesar el lago. Acompañado por Bithys, tienen que atravesar primero la barrera vigilada que cierra los accesos al lago para los no residentes. Barrett soborna a un oficial llamado Hakros para poder pasar. Ya en el lago, el pescador les obliga a untar sus cuerpos con una crema repelente para evitar el ataque de los gusanos-piraña. Para demostrarles que no suceda nada si llevan la crema, sumerge su mano en el agua. En pocos segundos, su cuerpo es devorado por los gusanos. Barrett y Bithys comprenden que el atentado iba dirigido contra ellos y que el plan imaginado no va a funcionar.
El nuevo plan de Barrett consiste en ir volando al castillo. Para ello, Bithys y el se disfrazarán de homáguilas. Hakros les proporciona los disfraces y Bithys consigue los dispositivos para poder volar. Antes de partir, sufren un nuevo atentado fallido cuando Hakros muere en la bañera de Bithys a causa de que el agua contiene gusanos-piraña.
Barrett y Bithys vuelan hacia el castillo no sin tener que defenderse del ataque de los homáguilas. Una vez en el castillo reciben la sorpresa de que han sido seguidos por los piratas de Rupphus. Barrett engaña al capitán pirata haciéndole creer que en el castillo se guardan grandes tesoros. Los piratas irrumpen en el castillo organizándose una batalla campal entre ellos, los homáguilas y los leotibs. Barrett y Bithys se las arreglan para llegar a las habitaciones de la princesa prisionera situadas bajo el nivel del agua del lago. Allí son sorprendidos por Skurr y Hrane, que han preparado una trampa mortal para todos ellos.

Entretenida novela de Glenn Parrish, que revisita todos los temas de la novela pulp de ciencia  ficción de los años 30. Una space opera con guiños a un clásico del cómic como es Flash Gordon (los homáguilas son sin duda un recuerdo u homenaje a los hombres halcones creados por Alex Raymond). Las princesas en peligro amenazadas por siniestros ministros nos remiten a ese mismo mundo creativo (la reina Desira de Trópica, por ejemplo). El autor aprovecha además la ocasión para lanzar un pequeño mensaje antiimperialista o anticolonialista. Absolutamente recomendable y un logro encomiable de García Lecha, que no tiene nada que envidiar a sus colegas americanos.

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